Por los niños de Gaza
Podrás sangrar la tierra,
arrancar los olivos por sus raíces,
borrar los mapas,
quemar las kufiyyas al viento.
Podrás sellar con cemento
las puertas de nuestras casas,
pero nunca las llaves
que brillan en las manos de los abuelos.
Podrás convertir en escombros
el nombre Palestina,
pero no limpiarás
el aceite de oliva
que sangra en vuestras manos,
ni la sombra de las kufiyyas
—blanca y negra como la justicia—
que os perseguirá hasta el fin de los días.
Porque nuestras almas
son semillas bajo los escombros:
no morirán.